No me den todo lo que pido. A veces solo les pido cosas para ver cuánto puedo llegar a obtener.
No me griten. Los respeto menos cuando lo hacen, y me enseñan a gritar a mí también. Y yo no quiero hacerlo.
No me den órdenes todo el tiempo. Si en vez de órdenes, a veces, me pidieran las cosas, yo las haría más rápido y con más gusto.
Cumplan las promesas que me hacen. Si me prometen un premio, no dejen de dármelo. Pero también si es una reprensión.No me comparen con nadie, especialmente con mis hermanos o hermanas. Si me hacen sentir mejor que los demás alguien va a sufrir; y si me hacen sentir peor que los demás, seré yo quien sufra.
No cambien de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decidan y mantengan su decisión.
Déjenme valerme por mí mismo. Si lo hacen todo por mí, yo nunca podré aprender.
No digan mentiras, ni me pidan que las diga. Eso me hace sentir mal y perder la fe en lo que me dicen.
No me digan que haga una cosa si no la hacen ustedes. Yo aprenderé de lo que hagan, no de lo que digan.
Enséñenme a amar y conocer a Dios, y así mismo a respetar a los demás como a mí mismo.
Cuando les cuente un problema que tengo, no me digan que no tienen tiempo para bobadas. Traten de comprenderme y ayudarme.
Ámenme, y díganmelo. A mí me gusta oír que me lo dicen, aunque crean que no es necesario.
(Adaptación de Carta de un hijo a todos los padres del mundo, de Gloria Tejedor)
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