La felicidad descansa en gran medida sobre el hecho de que experimentemos que lo que hacemos es importante y valioso para otros. Cuando no es así, vivimos con el temor de ser excluidos, que es lo peor que nos puede suceder a los seres humanos.
Las personas tenemos una necesidad innata de ser requeridos por otros. Entre más transmitas a cada uno de tus hijos la idea de que está haciendo una contribución única a la familia, mayor será su sensación de valía y felicidad definitiva. Aún los pequeños de tres años pueden cumplir roles significativos, ya sea llenando el recipiente de la comida del perro o el gato o colocando las servilletas en el comedor.
Asígnales roles a tus hijos que estén de acuerdo con su capacidad y sus fuerzas. Por ejemplo, si a tu pequeño le gusta ordenar cosas dale la responsabilidad de organizar los cubiertos. Si es una personita muy maternal, tal vez pueda encargarse de entretener a su hermanito menor mientras sirves la cena. En la media que le reconozcas su contribución a la familia, se acrecentará su sentido de conexión y confianza, dos prerrequisitos de la felicidad permanente.
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